NEXO UCA

MULTIMEDIO ACADÉMICO

Junto a compañeros de cursada en la Radio de nuestra Universidad. Imagen: Lara Pidal.

¿Quién quiere ser periodista?

De por sí, el futuro es incierto. No se puede vaticinar lo que está pronto a suceder, pero sí es posible evaluar los escenarios y sacar conjeturas sobre el qué será a raíz de cada apreciación. En la sociedad actual, donde la vida se ve interpelada por el progreso tecnológico y científico de un modo sin precedentes, ¿qué quedará para los seres humanos? Una pregunta genérica que se procurará recortar. Y no, la intención no es dibujar un escenario apocalíptico que avecina “el fin de los tiempos”, porque es probable que no ocurra (al menos en este siglo). Esto se asemeja más a una idea equívoca, extraída de los textos de ciencia ficción, según expresa Jean-Gabriel Ganascia (2018) cuando refiere a la Inteligencia Artificial (IA), de la que se hablará más adelante. Más bien, interesa preguntarse acerca del trabajo, donde el recurso humano sigue siendo un componente, mas no el protagonista.

En relación a ello, en este escrito se buscará desentrañar el grado de intervención de la tecnología y la ciencia en el periodismo, porque se concibe a éste como un oficio altamente interpelado por ambos factores. Previo a dar marcha con ello, hay un interrogante por el que vale la pena detenerse a pensar y es: ¿qué se entiende por periodista? O dicho de otro modo, ¿qué se piensa o se sabe que hace un periodista? Es preciso aclarar que dichos cuestionamientos refieren a la actualidad; a qué se entiende por periodista hoy, qué hace un periodista hoy. Por generaciones, la imagen de éste ha estado arraigada a la persona que se expone en los medios, ¿cuáles? Si uno consulta a otras personas, casi con seguridad las respuestas más otorgadas serán la televisión y/o la radio. Sin embargo, no hay que obviar las raíces de esta profesión, que se hallan en el periódico, fruto de la invención de la imprenta en el siglo XV (aunque se tienen registros que remontan a la Antigua Grecia, con Heródoto como el primer periodista).

Estatua del parlamento de Heródoto de Viena, aislada sobre fondo negro. Imagen: DEPOSITPHOTOS.

Es posible intuir, entonces, que desde el siglo XVI hasta el siglo XXI ha habido cambios notables en varios aspectos de la realidad, a los que las profesiones se han debido amoldar o transformar para poder seguir en pie. Hubo cuantas que desaparecieron porque pasaron a ser prescindibles u obsoletas; otras corrieron con una suerte distinta. En el caso del periodismo hubo una adaptación a las transformaciones que el mundo fue exigiendo.

Partiendo de la base enunciada en el párrafo anterior, respecto al nacimiento de una futura profesión (porque se consolida como tal en el siglo XIX) de la mano de una tecnología, es fácil reconocer que ambas han ido evolucionando a la par y que han debido adaptarse la una a la otra.

La tecnología precisó mejoras para, por ejemplo, agilizar el trabajo del periodista (producción de periódicos en serie) y para alcanzar una mayor audiencia analfabeta (invención de la radio). Por supuesto que han habido altibajos económicos en el ínterin, pero se ha sobrellevado. El caso de la radio demandó por parte de los periodistas un nuevo aprendizaje que partía casi desde cero, pues el naciente formato radiofónico no tenía mucho en común con el físico, en papel.

Otras tecnologías que vale la pena mencionar que influyeron en el modo de ejercer el periodismo son el telégrafo y el posterior teléfono fijo. Así, la comunicación con colegas y fuentes se volvió menos compleja. Otras son los medios de transporte, como el tren y el automóvil, que contribuyeron a hacer los viajes mucho más cortos.

Medios Sociales. Imagen: WEBANDCRAFTS.

En estos tiempos modernos que corren, la información se concentra y fluye a mansalva por un único canal: la red social. Redes sociales, en realidad; no es sólo una. Con los años se fueron multiplicando, sacando inspiración en las pioneras, y ‘perfeccionando’ de acuerdo a las demandas sociales. Si bien los medios tradicionales de comunicación no han desaparecido, su relevancia se ha ido degastando con el paso del tiempo, sobre todo con la aparición de Internet. Este universo cibernético ha traído consigo mucho más de lo que el hombre pudo imaginar. ¿Quién hubiera dicho que en lugar de manos tendríamos celulares? Es muy difícil estar en un espacio público y que ninguna persona presente agarre su aparato móvil en algún momento, o se traslade con su laptop para trabajar o estudiar.

Todos estos datos que circulan por esta masiva red de interconexiones a escala mundial provienen de boca de cualquiera. Y literalmente cualquiera. Basta con tener un usuario creado (para lo que se requiere cierto conocimiento tecnológico básico) para poder tener un perfil y un muro (o espacio) donde volcar todas las ideas, pensamientos, sensaciones, opiniones, comentarios, anécdotas que se le ocurran a uno. En consonancia, para hacer más rica la experiencia, pueden sumársele imágenes y/o videos que acompañen e ilustren lo que se busca dar a conocer.

Por supuesto que no todo es noticia y no todo es verdad, pero ¿cómo se desenmascaran estos peligros ante un mar de sobreabundancia informática y una sociedad influencer? ¿Cómo distinguir lo que es de lo que no es?

Periodismo y redes sociales

Para dar inicio a este apartado se brindará una definición de las redes sociales. ¿Qué son? La Real Academia Española las describe (en singular) de la siguiente manera:


Servicio de la sociedad de la información que ofrece a los usuarios una plataforma de comunicación a través de internet para que estos generen un perfil con sus datos personales, facilitando la creación de comunidades con base en criterios comunes y permitiendo la comunicación de sus usuarios, de modo que pueden interactuar mediante mensajes, compartir información, imágenes o vídeos, permitiendo que estas publicaciones sean accesibles de forma inmediata por todos los usuarios de su grupo.

Resulta bastante comprensible y detallada esta caracterización. Ahora bien, allí se puede hallar el término ‘sociedad de la información’ (S.I). Se trata de una fórmula cotidiana, encumbrada en la década de los noventa con la irrupción generalizada de Internet en la vida cotidiana, que se utiliza para referir a una sociedad cuyo funcionamiento está basado en la circulación constante y acelerada de determinadas cantidades de información (Catela, 2005).

Hoy es así. Todo o mucho se encuentra en la inmensidad de la web. El periódico, la radio y la televisión han perdido el lugar destacado que solían tener antes de la llegada de las redes como difusores de información. Vale aclarar también que ésta no es la única función que cumplen: las tecnologías de la comunicación han trenzado una red de complejas conexiones que han puesto en contacto entre sí a los extremos más recónditos (Jareño Alarcón, 2009). Es decir, hay mayor accesibilidad y facilidad para entrar en contacto con personas al otro lado del mundo a comparación de a comienzos del siglo.

Si uno retrotrae en la historia, cada vez que la tecnología fue avanzando, los medios mutaron de forma hasta “superar” al anterior (en realidad, se ofreció siempre una versión distinta y mejorada del producto anterior). Para ilustrar: la radio superó al periódico al basarse en un relato oral y permitir, de este modo, la inclusión de una audiencia analfabeta. Por su parte, la televisión combinó el formato de estos dos (la radio y el periódico), con imagen y sonido en vivo o grabado. En cambio, las redes ofrecen una combinación entre la estructura del periódico y de la televisión, de los cuales también se ha “apoderado” en cierto sentido, al igual que de la radio. Esto es, desde Internet se pueden acceder -desde plataformas puntuales- a la programación o la transmisión radial en vivo. Los diarios directamente han bajado las publicaciones en físico, perdiendo su principal característica, y se han abocado casi en su totalidad a los sitios web o a las diversas redes sociales.

Definición y Evolución de los Medios de Comunicación de Masas. Imagen: ALGORCARDS.

Es posible percatarse con ello que lo digital ocupa una posición destacable en estos tiempos, lo que preocupa a algunos intelectuales en relación con los otros medios de comunicación que, como se mencionó, se han visto consumidos por la inmensa red cibernética hasta el punto de perder su naturaleza originaria. Aguirre Romero (2016) apunta que, de no recuperar su función fundamental [social, democratizadora], los medios podrían terminar siendo “sólo una fuente de entretenimiento más”. Es más, en relación con la profesión del periodista, se afirma que en los últimos 15 años el periodismo de información ha decaído espectacularmente debido a que las tecnologías han transformado de arriba abajo los modos de comunicación de la gente y el funcionamiento de los medios informativos (White, 2017).

Aunque este panorama se exhiba en grandes rasgos desalentador para los demás medios de comunicación, cabe señalar que las redes sociales tienen su talón de Aquiles. En realidad, no es uno solo. Por mencionar: una de las grandes desventajas es que aceleran el ritmo en la creación, acumulación y depreciación del conocimiento (Burguet y Buxarrais, 2013), puesto que hay una sobreabundancia de información que termina generando confusión y desconocimiento. Por esta razón, se dice que puede considerarse a Internet como un ámbito de acción sin excesivas restricciones (Jareño Alarcón, 2009).

El desborde al que se hace alusión proviene, más que nada, de la posibilidad que se les otorgó a las personas de ser oídas y/o leídas. Lo digital hay que entenderlo como un universo dentro de nuestro mundo (Maldonado Serrano y Dairon Rodríguez, 2014), y en ese universo hay toda una serie de actores, o más bien de usuarios, que desempeñan distintos roles dentro de la interfaz. Los individuos de este nuevo sistema social están en constante vinculación entre sí, distribuyendo e intercambiando datos de toda índole y forma.

Como otra arista o contra a considerar es que este universo ha traído aparejado consigo un cierto nivel de dependencia, no sólo por el hecho de que la información de uno se concentra en el celular o la computadora, sino que también suele otorgar un “sentido de valor” en lo respectivo a los followers y los likes. Este fenómeno suele verse más entre los jóvenes, sobre todo en aquellos que nacieron y crecieron a la par de la sociedad de la información. Todavía no se ha llegado al grado distópico que presenta la serie Black Mirror en el primer episodio de la tercera temporada, “Nosedive”, donde la vida de cada uno está determinada por una puntuación (como si los humanos fueran un local de gastronomía que pide valoración y reseñas) y por sostener una careta todos los días (aunque hay personas cuyo estilo de vida se asemeja a éste, en mayor o menor medida, por la influencia que tienen sobre ellas las redes sociales).

Serie Black Mirror. Imagen: Captura de Pantalla.

A pesar de que no viene mal hacer alusión a una problemática que afecta la salud mental de mucha gente joven y que está relacionada con las desventajas que acarrea el Internet y sus derivados, se ha producido una desviación del eje centrar de este escrito. Así que, volviendo a lo que concierne, en cuanto a lo referente a la exhibición mediática de todo tipo de datos, es propicio aclarar que publicar no es igual que informar.

Transformar información en conocimiento requiere la capacidad de procesar la información y razonarla para inferir, deducir y generar esquemas conceptuales de niveles de complejidad diversos que permiten interiorizar el saber (…) y elaborar pensamiento (…). El acceso al conocimiento culmina con la capacidad de comunicarlo con diferentes lenguajes, formatos y medios. (Burguet y Buxarrais, 2013).

A pesar de que no sean lo mismo, la confusión persiste porque siguen produciéndose casos de desinformación o mal información. Para evitar esto, el periodista, que en esta historia ha quedado relegado a un costado, debe recuperar protagonismo y afirmarse en el papel que le toca desempeñar en esta sociedad digital: el rol de filtro de los contenidos de calidad. Tiene que actuar como intermediario entre los ciudadanos y la ingente cantidad de información que se difunde a través de la red (Suárez Villegas, 2013). Así, se enfrenta a un doble proceso de adopción/adaptación en este contexto implicado por las nuevas TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) y la comunicación digital, donde se encontrará con desafíos relacionados con la identidad profesional, los valores sociales y morales y las normas de excelencia exigidas por el público.

Aunque a veces los estudiantes de periodismo se cuestionen sobre el futuro de la profesión en este contexto cibernético, lo cierto es que está en vías de construcción, de formación. El periodismo debe hallarse en lo digital, forjar una nueva estructura que logre conservar la esencia de la profesión y prever que habrá barreras impuestas por el medio, las cuales se conocen, pero muchas veces están camufladas bajo otras etiquetas (por ejemplo, libertad de expresión/censura o «cancelación”).

Sea cual sea la vía de acceso, de lo que nadie duda es de que el periodista necesita armarse de una amplia cultura general, y de que debe autoexigirse una continua formación, ampliando sus conocimientos todo lo posible (Parra Pujante, 2014). Además, en pos de que el ciberespacio impone una “nueva lógica” y formas de “apropiación”, es preciso el desarrollo de competencias digitales que permitan situarse y orientarse en él.

Periodismo e inteligencia artificial

Ilustración. Imagen: LINKEDIN.

Un fenómeno que ha impactado en el último tiempo a mayor nivel que años anteriores ha sido la Inteligencia Artificial (IA), una disciplina científica que nació oficialmente en Estados Unidos en el año 1956. Aunque tiene su punto de inicio en la persona, que es su artífice y causa primaria, puede funcionar con independencia y autonomía frente a la misma, llegando incluso a superar en muchos aspectos las capacidades cognitivas y procedimentales de la humanidad. (Brito, Villavicencio y Sánchez, 2019, p. 261). Tal desarrollo pone en cuestión el paradigma dominante, para el cual la inteligencia es un atributo exclusivamente humano y la vida se reduce únicamente a su esencia biológica (Arbeláez-Campillo, Villasmil Espinoza y Rojas-Bahamón, 2021).

Desde finales de los noventa, la IA se acopló a la robótica y a las interfaces hombre máquina a fin de crear agentes inteligentes que sugieren la presencia de afectos y de emociones (Ganascia, 2018). Este traspaso, por parte de las máquinas, de las facultades cognitivas humanas en la mayoría de los terrenos supone riesgos de carácter ético de tres órdenes: escasez de trabajo, consecuencias para la autonomía del individuo y superación del género humano. Sin embargo, Ganascia (2018) se detiene a desmentir cada uno de ellos, exponiendo -en otra terminología- que: el trabajo no desaparece, sino que se reinventa, se transforma; la autonomía no está del todo comprometida por la IA siempre y cuando se esté alerta; y el carácter autónomo de las máquinas es meramente técnico.

En lo referente al empleo de la inteligencia artificial en el campo de las comunicaciones e información, de acuerdo a lo expresado en “Recomendación sobre la ética de la inteligencia artificial” (2021), los Estados Miembros se comprometen a:

  • Utilizar los sistemas de IA para mejorar el acceso a la información y el conocimiento.
  • Garantizar que los actores de la IA respeten y promuevan la libertad de expresión y el acceso a la información.
  • También deberán propiciar transparencia de los operadores de comunicación e información en línea. Invertir en competencias digitales y de alfabetización mediática e informacional y promoverlas; reforzar el pensamiento crítico y las competencias necesarias para comprender el uso y las implicaciones de los sistemas de IA.
  • Crear entornos propicios para que los medios de comunicación tengan los derechos y recursos necesarios para informar eficazmente sobre las ventajas y los inconvenientes de los sistemas de IA.

Como es posible observar y/o deducir, la IA influye ya en un gran número de derechos humanos, incluidos los relativos a la comunicación y la información (libertad de expresión, privacidad, participación en la vida pública, etc.) Hay una creciente intersección entre la IA y la práctica del periodismo y la protección de los periodistas, así como las noticias y otros tipos de contenido, lo que no sólo incide en la producción, sino también en la difusión y el consumo del periodismo (El aporte de la inteligencia artificial y las TIC avanzadas a las sociedades del conocimiento, 2021). Por citar algunas de las funciones de la IA dentro de este campo:

  • Fortalece en las operaciones de recolección, verificación, análisis y distribución de información. Rápida generación de noticias. Posibilidades de traducción.
  • Debilita las instituciones periodísticas y reduce la diversidad al facilitar la migración de la publicidad a intermediarios de Internet ricos en datos.
  • Puede ser utilizada para difundir contenidos falsos fabricados deliberadamente con intención de dañar. Por lo general, se hace con el propósito de opacar el contenido periodístico ampliando esa desinformación.
  • Puede ser utilizada para ayudar a identificar la coordinación encubierta de campañas en línea.

Los periodistas deben aprender a utilizarla y sacar provecho de ellas haciendo un uso responsable y consciente. En el universo cibernético -al que se viene haciendo alusión desde el comienzo del relato- es muy fácil dejarse engañar y entregar a lo primero que resulte más rápido y accesible, por lo que el esfuerzo, el conocimiento y la honestidad se vuelven tanto necesarios como valorables. Tarde o temprano todo el trabajo que se realice de esta manera se verá compensado.

Tal y como se dijo en la introducción, no sabemos qué será del mañana, pero sí hay una certeza: se construye desde el hoy. Entonces, a pesar de desconocer lo que le depara a esta profesión, es imprescindible no dejarse llevar, no perderse en esta marea de lo “fácil y rápido”, y buscar hacer la diferencia manteniendo la esencia del periodismo y prestando atención a las demandas/necesidades sociales.

Son muchos los factores actuales que pueden influir en la desmoralización de los jóvenes aspirantes a periodismo. Los aquí señalados superficialmente son tan sólo algunos de ellos. Es importante entender que, a pesar de la enorme difusión de datos, no todo es noticiable ni informativo. Los followers de los que se habló en un momento son una cifra numérica intangible, abstracta, que aparece dibujada en la pantalla que nos conecta a este universo. No define la calidad del trabajo, el nivel de rendimiento ni de aceptación, aunque sí hace que algunos pongan más el ojo en una parte que en otra, al punto de haber impulsado a personas a trabajar en los medios de comunicación. Personas que no cuentan (o contaban) con una formación previa o el más mínimo interés en el rubro.

El universo digital ha de ser menos inmenso que el universo que nos contiene. Aun así, no deja de ser grande y año tras año sorprende, demostrando que siempre se puede ir un poco más allá de lo que se piensa, de lo que se imagina. La tecnología nos acompaña casi desde el principio de los tiempos. A medida que hemos evolucionado como especie, ella ha crecido con nosotros. Ahora, por primera vez en mucho tiempo, parece superarnos.

Aunque algunos señalen que es un miedo falso, creado por la ciencia ficción, no debería ser tomado tan a la ligera. Si bien las máquinas no nos dominan en un sentido apocalíptico, han invadido cada rincón de la vida cotidiana. Sin ir más lejos, ¿cuántas personas identifica uno a diario con la mano ocupada por un celular? Es su sustituto, la nueva mano ortopédica. La historia de cada individuo se encuentra resumida en la memoria de ese delgado rectángulo (¡que cada vez se estira más! Ya va a alcanzar a su hermana, la tablet) y eso lo hace, entre otras cuestiones, tan imprescindible de tener al alcance.

Aun así, como se ha visto, una de las mejores herencias que nos ha dejado esta clase de tecnología es la de la comunicación mundial. Se puede saber de una persona en tiempo real, aun cuando no se comparta espacio. Es posible enterarnos de conflictos exteriores, de carácter incluso internacional, con una velocidad y “precisión” (nada es preciso; es a medias o una versión) que no se habían visto hasta ahora. En el ámbito del periodismo, la figura del corresponsal en esta clase de asuntos es clave y cumple un rol destacado al poder brindar su testimonio desde el lugar en tiempo real.

Reportera. Imagen. ISTOCKPHOTO.

Cuando se hizo mención del formato que combina las redes sociales, faltó agregar que la lectura se ha degradado por una importante pérdida de atención y/o facilidad de distracción. En parte, puede o debe ser por la inconmensurable cantidad de datos que circulan e inundan la pantalla, pero también porque las formas de entretenimiento y/o distracción han cambiado. No se podría decir si para mejor o peor, son distintas y ya. Por este motivo, la manera de redactar ha mutado de aspecto, a uno más conciso, sencillo, cotidiano, viral. Debe digerirse rápido, capturar al lector. Generar suficiente interés o responder sus dudas de un modo que logre retenerlo.

Los errores de ortografía tienden a pasar desapercibidos por algunos. No es frecuente hallar jóvenes con buena ortografía, mucho menos caligrafía, según señalan algunos profesores de distintos niveles educativos. Se ha perdido el hábito de la escritura a mano. Pareciera ser que ha quedado en la prehistoria. Esta es la sociedad digital, en parte. Y aquí la inteligencia artificial entra a jugar un papel interesante: se encarga de la producción de ensayos, escritos diversos, e incluso de su posterior corrección. Respecto a esto, lo más prudente es repetir lo enunciado en el apartado anterior: cada quien ha de ejercer un uso responsable y prudente de la IA.

Para cerrar, y como ya se ha dicho, el periodismo tiene la compleja empresa de reinventarse, de ajustarse a las demandas de los tiempos modernos que corren, con sus avances y retrocesos, coherencias y disparates. Los periodistas han de convertirse en aquella figura que constata que la información que circula sea verídica para dar garantías a la ciudadanía escondida tras el disfraz de usuario. La televisión y la radio son medios que aún están a flote, aunque debe haber más de uno que ha apostado a por cuánto más les queda de vida útil. Lo cierto es que para los adultos significan una compañía y, en otros casos son, además, la única forma de enterarse de las novedades del mundo. Y cuando los adultos de ahora no estén más, es un enigma cuál será el acompañante de los nuevos adultos. ¿Seguirán siendo la TV y la radio o habrá algún nuevo medio superador que acapare a los demás?

La respuesta la tendremos, probablemente, en un corto lapso. Si los avances tecnológicos desde la década del noventa hasta la actualidad han sido brutales, no hará falta impacientarse mucho por ver lo próximo que se viene. Aquí estaremos para hacer frente a los tiempos de cambio.

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