NEXO UCA

MULTIMEDIO ACADÉMICO

Fotografía tomada durante el mantenimiento del carro de combate. Imagen: Didi.

Crónica de un viaje de ida

“Los ucranianos están lejos de rendirse porque destruyan sus hogares, no tengan luz, gas o agua. Por el contrario, van a pelear hasta recuperarlo todo y nosotros vamos a ser parte de esa lucha.” Didi, voluntario argentino en Ucrania.

La invasión rusa a Ucrania, iniciada el 24 de febrero de 2022, ha desatado una crisis humanitaria y geopolítica sin precedentes en el siglo XXI. Con cientos de miles de muertos, millones de desplazados y una repercusión devastadora en la economía a nivel mundial. En medio de la guerra, una oleada de voluntarios latinoamericanos de países como Argentina, Chile, Colombia y México han decidido dejar todo atrás para unirse a las filas ucranianas.

Este es el testimonio de un ciudadano argentino que viajó más de 13 000 km para tomar partido en un conflicto armado muy lejos de su patria.

Didi es el sobrenombre de este joven que teniendo 18 años abandonó sus estudios universitarios, su trabajo y seres queridos para cambiar el rumbo de su vida y luchar por la causa ucraniana. Previo a su participación en el conflicto adquirió formación y experiencia militar en su paso por un Liceo Militar, estas son instituciones de nivel medio vinculadas a las Fuerzas Armadas Argentinas, destacadas por su formación académica secundaria y disciplina castrense.

Para proteger la identidad y salvaguardar la seguridad del soldado en el contexto de un conflicto activo, se mantienen ocultos ciertos datos sensibles. Información como ubicaciones precisas, imágenes de rostros, detalles de armamentos, vehículos empleados y nombres específicos son cuidadosamente resguardados. La revelación de estos datos podría no solo poner en riesgo la vida del soldado, sino también comprometer la integridad de las operaciones militares en curso.

Llamado a la acción

El mediodía del 24 de febrero del 2022 se encontraba tomando un café cortado con un amigo en un bar cuando uno de los mozos cambió la repetición de un partido de futbol por un canal informativo, “Rusia invadió Ucrania, empezó la guerra”. El silencio se apoderó del negocio, posteriormente los murmullos, el único que permaneció en silencio sin demostrar expresión alguna fue aquel joven estudiante.

La noticia se difundió rápidamente por toda Argentina. Al día siguiente, los opositores a la invasión se manifestaron en la Plaza de Mayo, ondeando banderas nacionales y ucranianas. Además de marchar, cantar himnos y corear eslóganes como “Putin, basura, vos sos la dictadura” o “Ucrania unida jamás será vencida”, se formaron grupos de voluntarios en WhatsApp y Telegram con el fin de coordinar viajes a la zona de conflicto. A través de uno de estos canales, Didi conocería a sus futuros camaradas.

Conociendo el “viejo mundo”

El resto del semestre se dedicó a trabajar horas extras y ahorrar para solventar los gastos de un posible vuelo en avión. A mediados de ese mismo año se reunió en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza con un grupo reducido de jóvenes que por cuenta propia asumiendo los gastos.

Antes de tomar el avión se despidió de su familia y amigo, a quienes les dijo: “Siempre quise conocer el viejo mundo, pero no me esperaba que sea así”.

Aterrizó en Polonia con sus compañeros para posteriormente cruzar en tren la frontera y llegar a Ucrania, lugar en el que serían recibidos por militares en el área limítrofe. Los primeros momentos fueron bastante tensos porque los consideraban demasiado jóvenes para luchar, aunque finalmente les permitieron enlistarse y fueron bien recibidos por soldados y civiles del área.

Una vez que corroboraron la veracidad de su pasaporte e identidad ingresó oficialmente al país firmando el contrato de un soldado regular, fue aceptados en el Ejército y empezó a cobrar un salario como integrante de las fuerzas armadas. Este hecho lo sorprendió, según sus propias palabras: “Vinimos a Ucrania pensando que no nos iban a pagar, es decir que venía junto a mis compañeros simplemente para colaborar en la defensa del país. A la hora de firmar el contrato vimos que por ley nos correspondía un salario como soldados del Ejército Ucraniano y sacrificar nuestras vidas en la defensa de Ucrania vale mucho más que cualquier suma de dinero”.  

Al principio, a todos los voluntarios extranjeros los sometieron a un periodo de integración cultural y entrenamiento militar donde uno de los primeros desafíos fue la comunicación. Entre hispanos hablaba naturalmente en español mientras que con sus camaradas de otros países utilizó el inglés básico que aprendió en el Liceo. Progresivamente fue conociendo y adquiriendo tanto el ucraniano como el ruso para entenderse con soldados, civiles e incluso enemigos.

Un voluntario durante un entrenamiento de tiro. (Fuente Imagen: Didi).

Durante los siguientes dos meses, de ese grupo de voluntarios, quienes no tenían experiencia castrense aprendieron las nociones básicas de la guerra, mientras que los que ya poseían un entrenamiento previo como era el caso de Didi lo reforzaban. Durante los francos o descansos recorrían las localidades cercanas a la base. “Siempre fuimos muy bien recibidos. Los civiles siempre nos saludaban, algunos nos regalaban comida, otras veces se largaban a llorar y nos abrazaban. Ver gente de tantos países les hace saber que no están solos y que no han sido olvidados” afirma el argentino.

Las motivaciones de Didi fueron claras desde el primer momento. Ante la frecuente pregunta de sus padres, primos, tíos y amigos: «¿Por qué querés luchar?», mantuvo los mismos discursos: «Porque tenemos que defender a este pueblo de una invasión totalmente injustificada”. “Porque día a día la guerra se vuelve más criminal, violenta e injusta”. “Porque Rusia no puede ganar en el campo de batalla, así que intenta doblegar moralmente al pueblo ucraniano con ataques que carecen de sentido en términos militares».

Estas ideas coincidieron con muchos de sus pares, pero también se confrontaron directamente con las ambiciones de otros extranjeros. Según su descripción, la mayoría de los latinos van por dinero, sin motivación real para pelear por Ucrania. Los europeos, principalmente de países del Este asisten motivados por lo que Rusia hizo en sus países en el pasado, especialmente bielorrusos, polacos, finlandeses, bálticos y gente del Cáucaso. Por otro lado, sostiene que los estadounidenses están muy mezclados, algunos están por dinero, otros para servir a la causa por vocación y otros que según Didi “solo quieren pegar tiros”.

Didi y un camarada argentino realizando mantenimiento a un carro de combate. (Fuente Imagen: Didi).
Didi y un camarada argentino realizando mantenimiento a un carro de combate. (Fuente Imagen: Didi).

En el frente

Finalizado el curso, inició oficialmente su carrera militar, se unió a la Legión Internacional, esta estaba compuesta principalmente por extranjeros de todos lados del mundo que recorren los frentes de batalla en vehículos blindados cumpliendo el rol de la infantería mecanizada. Empezó a realizar operaciones tanto ofensivas como defensivas en el frente y entró en la rutina de la guerra.  

La mayor parte de tiempo en el frente o líneas inmediatamente anteriores es de guardia, en trincheras o pozos de zorro para esconder su posición del enemigo y protegerse de los bombardeos constantes y de la artillería enemiga.

Miembros de la Legión Internacional siendo transportados en un vehículo blindado. (Fuente Imagen: Didi).

Al verse obligados a pasar tanto tiempo en ubicaciones de ese tipo, terminan convirtiendo las trincheras en hogares, con habitaciones, letrinas, cocinas, salas de reuniones e incluso mascotas, principalmente gatos. “Los gatos están por todos lados y conviven con nosotros, son una gran compañía cuando hace mucho frío, por la noche en el frente teníamos la suerte de tener un gatito durmiendo con nosotros. También se encargan de mantener a las ratas y ratones lejos de nuestra comida, de alguna manera ellos también hacen una labor importante y eso le da un buen lugar al lado nuestro” asegura Didi.

El mayor riesgo en la guerra del siglo XXI proviene del fuego de artillería, drones o bombardeos de aviones y helicópteros, los enfrentamientos entre soldados no son frecuentes, sin embargo, cuando ocurren se dan a distancias aproximadas de cien metros en adelante.

Selfie tomada después de rescatar a un cachorro de un bombardeo. (Fuente Imagen: Didi).

En ocasiones excepcionales los elementos ucranianos lograron infiltrarse a escasas distancia del enemigo, como cuenta el argentino: “En una de estas ocasiones nos acercamos a unos 30 metros de las trincheras rusas sin que ellos lo notaran y una vez bien posicionados abrimos fuego contra el enemigo. Luego de una hora de enfrentamientos, el pelotón ruso se retiró al completo dejando tirado todo su equipamiento pesado, así como chalecos y armas de algunos de sus soldados heridos. Unos días más tarde divisamos unos 25 rusos que se aproximaban a nuestra posición hablando fuerte y fumando como si estuvieran en casa. En un principio creímos que eran soldados amigos debido a la naturalidad con la que se aproximaban a nosotros, preguntamos por radio y dijeron que podrían ser ucranianos a pesar de informar a nuestro mando que tenían el característico uniforme verde que utilizan los rusos. Para comprobarlo les hicimos señas con las manos y al vernos salieron corriendo. Ese día ninguno de los dos abrió fuego contra el otro, solo se fueron corriendo por donde vinieron”.

Poco tiempo después de ese evento se encontraba almorzando en un pozo de zorro. Aunque estas posiciones sean defensas sólidas, siguen estando en los puntos de mayor riesgo, esto lo afirmó y corroboró personalmente el soldado cuando fue herido: “Un día mientras estaba dentro de mi trinchera preparando el almuerzo, sentí una fuerte explosión cerca mío (probablemente de un mortero que explotó en el aire) y sentí como un golpecito en la pierna. En ese momento le grité a mi compañero para comprobar si estaba bien y efectivamente no le había pasado nada…»

Fotografía tomada instantes previos al ataque. (Fuente Imagen: Didi).

“Un día mientras estaba dentro de mi trinchera preparando el almuerzo, sentí una fuerte explosión cerca mío (probablemente de un mortero que explotó en el aire) y sentí como un golpecito en la pierna. En ese momento le grité a mi compañero para comprobar si estaba bien y efectivamente no le había pasado nada. Mi camarada me preguntó si yo estaba herido, ahí recordé el golpecito que sentí en la pierna y al bajar la vista tenía sangre en el pantalón porque una esquirla se me había metido en la pierna hasta el hueso. Posteriormente tuve que ir hasta el punto de evacuación donde un blindado me recogió y me llevó al hospital”.

Desde la frontera con Rusia viajó aproximadamente 150 km hasta el hospital donde estuvo en tratamiento una semana y posteriormente descansó dos semanas más por las altas posibilidades de infección y el bajo rendimiento físico. “Cuando llegué al hospital me pusieron anestesia local y procedieron retirar la esquirla con un alambre que tiene un imán en la punta, unos días después suturaron la herida y ya quedé recuperado. La gente del hospital fue muy buena conmigo, me atendieron siempre muy bien y se ocuparon de todo lo que nos hizo falta a todos los heridos. También conocí muchos soldados ucranianos con los que formé amistad a pesar de no hablar el mismo idioma, siempre me invitaban a tomar cerveza, aunque estuviera prohibido”.

Poco después de su rehabilitación se retiró de La legión Internacional y se unió a otra unidad. Fue trasladado a la ciudad de Kherson, donde la vida es muy distinta al frente, aunque se encuentre a solo 6 kilómetros de distancia. allí alquiló un departamento con otro argentino. “Durante los francos recorría la ciudad, salía de fiesta a clubes nocturnos y comía en bares restaurantes. La comida ucraniana no tiene comparación con la nuestra, sobre todo la carne, la carne argentina es la mejor del mundo” explica el soldado argentino.

Una vez recuperado y adaptado a su nuevo regimiento, comenzó a establecer una rutina. Cubría el frente durante períodos que variaban según las necesidades estratégicas, enfrentándose a la incertidumbre de los combates cada vez más frecuentes. Después, regresaba a la retaguardia para disfrutar de francos prolongados, momentos en los que intentaba recuperarse de la tensión constante. Así transcurrió el siguiente año de su vida, una sucesión de días marcados por la lucha y la espera, hasta mediados de 2024.

Un viejo amigo

Aprovechando unas vacaciones prolongadas, en julio de 2024 regresó de visita a su patria natal. Se reencontró con sus seres queridos, pero también enfrentó los cambios que habían transformado sus círculos cercanos. Ni él, ni su gente eran los mismos que antes de su partida, la guerra y el tiempo habían marcado a todos. Los primeros días de las dos semanas que estuvo en Argentina presencio los cambios abruptos que generó al irse y como los demás rearmaron sus vidas mientras estaba lejos, por momentos era un extraño en su propio hogar. Didi comprendió que por más que vuelva a casa, el viaje que empezó tiempo atrás era únicamente de ida.

Una tarde se reunió a charlar y tomar una pinta con un antiguo camarada del liceo que llevaba tiempo sin ver, el siguiente es un fragmento de su conversación:

Amigo- Che Didi, ¿sentís algo por los rusos?

Didi- A mi parecer, que sean enemigos es algo circunstancial, no odio ni guardo rencor con alguien obligado a combatir en un país extranjero y cuya probabilidad de supervivencia es muy baja, y más baja por el pésimo adiestramiento. Sus mandos son los que orquestan esta guerra y envían a los propios ciudadanos a matar y morir en un país que ni siquiera es el suyo. Nosotros siempre preferimos que los soldados rusos se rindan, así evitamos el derramamiento de sangre por ambas partes y por otro lado para que ellos puedan volver con sus familias algún día.

Amigo- Si, hablando de volver a casa ya era hora de que nos visites, te perdiste muchas cosas, decime que por lo menos, te enteraste de que somos campeones del mundo.

Didi- Claro que sí, la noche de la final estábamos en el frente y ya era bastante tarde, nosotros ni nos enteramos de que ese día se jugaba el partido. Por la noche y en medio de la oscuridad suena la radio, el comandante ucraniano nos habló y dijo: “Congratulations for your football team”. Tardamos en darnos cuenta que se refería a que ganamos el mundial. Me alegró, lástima que no lo pudimos festejar.

Amigo- ¿Y el perrito ese que rescataste del frente cómo anda?

El soldado bajó la cabeza y contestó- Murió, un Ovejero Alemán le mordió el cuello y se lo rompió, la naturaleza es muy turra.

Camarada- Me sentiría morboso o desubicado si te preguntase si mataste a alguien o estuviste cerca de morir, prefiero saber si después de todo eso reflexionaste sobre la vida, o incluso la fe.

Didi- Reflexiono bastante sobre la vida, pero tampoco quiero aburrirte, podría extenderme mucho, en cuanto a la fe, yo particularmente pienso bastante al respecto, entonces no puedo afirmar con certeza que cosas creo, porque siempre me cuestiono bastante en ese sentido. Puedo decir que todavía estoy en esa búsqueda espiritual.

Tomó un trago y le recriminó- No quiero terminar la cerveza y seguir hablando de mí, contame de vos, ¿Seguís con la idea de ser corresponsal de guerra?

Su amigo se rio y le contestó- La única guerra que tengo ahora es el final de gramática, y la estoy perdiendo, el enemigo es muy exigente.

Didi también comenzó a reírse y le comentó- Cuando te recibas entonces, te espero en Ucrania, yo en unos días vuelvo. A esta guerra todavía le queda mucho tiempo y bastantes batallas pendientes, si vas allá, vas a tener información y contenido para hacer mermelada, aún hay historias que contar, injusticias por evidenciar y, sobre todo, mucho trabajo que hacer para reconstruir el país.

Para proteger la identidad y privacidad de los involucrados en los hechos aquí relatados, se han reservado los nombres reales de los protagonistas, especialmente el del soldado conocido como «Didi». Asimismo, se aclara que el denominado «amigo» en el texto es el autor de esta crónica.

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